Traductor

lunes, 1 de diciembre de 2014

martes, 25 de noviembre de 2014

¿Por qué me haces esto? Dios, ¿cómo consigues aún encogerme el corazón? Dios. Es que no sabes lo que es, de verdad que no. Haces mucho daño y cada vez que oigo tu voz rota no puedo contener las lágrimas.
No es justo.
No sabes cuánto me gustaría ser fría contigo, que sepas lo mal que me ha sentado enterarme de lo que has hecho tiempo atrás, Dios, pero no puedo. No es justo, joder, no es justo. Porque todo lo que te ocurre es por tus antiguas acciones, pero aun así me apena. Y no debería, Dios, no. Joder, me has hecho ser estúpida y egoísta.

jueves, 7 de agosto de 2014

Heridas.

Recuerdo que de pequeña me hacía muchas heridas porque solía caerme al suelo, que tampoco he cambiado tanto, aunque ahora éstas no sean tan superficiales y visibles. Normalmente eran cortes, no muy profundos, pero se sangraba. Algunos lloraban hasta que se las curaban, otros, aguantábamos el dolor hasta que se hacía inaguantable.
Pero, mientras, jugabas, corrías, saltabas, y la herida se infectaba.
No me entiendes, ¿verdad? No sé por qué me sorprendo tampoco, si nunca lo has hecho.
Yo soy la herida, y estoy abierta. Deja de echarme arena.

martes, 29 de julio de 2014

Miedo.

La miro a los ojos y no la reconozco. Ese terror en sus pupilas, sus manos temblando. Y sé lo que siente, lo que sentimos todos: miedo. Porque la vemos tirada en el suelo, sollozando, aullando de dolor..., cuando nunca se ha quejado. 
Vuelvo a levantar la vista hacia ella y la contemplo largo rato y, aunque pasarán más cosas malas en el futuro, sé que jamás, por nada del mundo, querría volver a ver esa mirada.

sábado, 5 de julio de 2014

Hoy no.

Hoy no voy a fingir.
No voy a ocultar mi desagrado hacia el mundo, hacia las personas. No voy a disimular que no estoy de acuerdo con cómo llevamos las cosas. No negaré que todo va mal, que no nos comportamos como personas, que ya no somos personas. Porque, simplemente, no me olvido de los que están sufriendo cuando muchos podrían ayudarlos.
No lo hago y tampoco quiero hacerlo.
¿Por qué no somos capaces de no ser egoístas y preocuparnos por alguien más que nosotros mismos? Somos más de 7000 millones de personas en este mundo, gran parte de ellos muriéndose de enfermedades sin cura, sin vacunas, y nosotros sólo nos preocupamos por cosas superficiales. ¿En serio importa tanto que x famoso se tropezase recogiendo un premio? ¿Que y famosa lleve un vestido un poco más alto de lo socialmente correcto?
Quizá sólo nos fijemos en ese tipo de cosas para no preocuparnos por lo demás, para no abrir los ojos. Porque ¿quién querría recordar que hay millones de personas en este mismo instante que se están muriendo o que están muertas? ¿Que hay muchísima gente pidiendo en la calle sin nada qué comer? ¿Que personas como cualquiera de nosotros no tienen ya un hogar donde refugiarse por las noches? ¿Que miles de niños, quizá millones, que no han podido vivir nada de lo que nosotros hemos vivido, van a morir en un par de horas por el egoísmo y la codicia de otros? ¿Que gente buena sufre por el simple hecho de que los poderosos no mueven un maldito dedo y los ayudan? ¿Que nos cargamos animales diciendo que es una tradición para no preocuparnos por la crisis, para protegernos de la conmoción que esto podría causarnos? ¿Que echamos la culpa a los que no la tienen porque es más fácil que pararse a pensar que tal vez los extranjeros no son los culpables, sino otros? Porque es más sencillo pensar que lo diferente es lo malo, ¿no?
Aún no tengo veinte años y ya he visto la desolación en los ojos de los de mi alrededor, cada día las noticias me dan más miedo y no veo que nadie mueva un dedo. Guerras, hambrunas, racismo, homofobia, machismo... ¿Cuántas señales más necesitamos para darnos cuenta de lo mal que va todo, que esto no es ser civilizado, que no deberíamos catalogarnos como "desarrollados" si vivimos esta situación?
Se libran guerras estúpidas que sólo acaban en muerte porque los codiciosos quieren más poder.
Muchos pasan hambre mientras otros tiran la comida pensando que lo de morir por no comer es sólo un mito que te cuentan para que te termines las lentejas.
Gente es racista con otros porque piensa que su raza es superior. Rosas que son racistas con naranjas porque un naranja les robó en el metro. Hay rosas asesinos y no significa que todos los rosas lo sean, ¿no? Pues aplicadlo a los naranjas y al resto. Gente que es racista porque dice que los extranjeros los invaden. ¿Te molesta su supuesta invasión? Inventa la máquina del tiempo y diles a tus antepasados que no los invadan a ellos primero sin preguntar. Ellos no vienen a matarte, no como vosotros hicisteis ya tiempo atrás.
Gente homófoba porque creen que un/a homosexual se va a enamorar de él/ella por el simple hecho de que son tíos/as. Gente que cree que no es lo correcto. ¿Sabes lo que no es correcto? Tratar mal a alguien por algo que no te tiene que importar nada. No es tu vida, así que deja de comportarte como si lo fuera.
Hombres machistas que creen que las mujeres sólo servimos para fregar cuando, les recuerdo, están aquí gracias a nosotras. Sin nosotras no sois nada. Y cualquiera puede hacer lo que quiera si se lo propone, sea hombre o mujer.
¿Mujeres machistas? Ya el colmo.
No me olvido de los descerebrados que siguen ideologías sin tener ni la más mínima idea de lo que van. ¿Os gustaría que a vuestra familia o alguien al que queréis le hicieran lo mismo que vosotros promovéis haciendo dibujos estúpidos en paredes como críos de cuatro años sin sentido común? ¿Qué veis de divertido en pegarle una paliza a alguien sólo por ser diferente, por no ser lo que vosotros sois, por no ser lo que estáis acostumbrados a ver? Sé que lo diferente puede asustar, pero, por Dios.
Es por gente como ésta que me avergüenzo de ser de la raza humana, porque si a esto lo llamamos sociedad, no quiero pertenecer a ella.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Como Leonor para Machado, tú para mí.

Siempre he pensado que escribir es algo maravilloso. No lo que escribes, sino el hecho en sí. No sabes la cantidad de cosas bonitas que he leído que me han recordado a ti. Todos esos poetas que juraban morir por su amada, que pregonaban en cada papel que la adoraban, que manchaban sus dedos con tinta, porque con cada palabra venía una y después otra, y otra, y otra más. Cuántas veces pensé de pequeña cómo sería sentir lo que sentían ellos, esas ganas de ver a una persona tanto tiempo como fuese posible, no cansarte nunca de ella. Sí, me parecía bonito.
Y estúpido.
¿Para qué quería complicarme la vida con alguien pudiendo ser feliz sola? Pero ¿cómo iba a saber yo que en cuanto pasas un rato con él acabas escribiendo hasta las tantas para no terminar hablándolo a él? Tampoco sabía que por mucho que besara a otras bocas mis labios iban a seguir deseándole a él, pero supongo que nadie lo sabe hasta que lo vive.
Y llega el verano y yo sigo inmersa en los retazos del inverno, donde me cogías las manos para que no pasase frío y me dejabas tu chaqueta a la mínima señal de un escalofrío. Donde me acogías en tus brazos y me abrazabas durante largos ratos, resguardándome del tiempo glacial de allá fuera. Aunque, nunca te lo dije, pero no sentía frío; de hecho, nunca había notado tanto calor, y ni menciono cuando posabas tus labios sobre los míos helados, o en mi cuello, o en mi espalda.
Todos los que hubieran estado en mi situación habrían acabado como yo, así que un "¿por qué?" jamás escapará de mí. Al fin y al cabo, como tú dijiste un día en broma, sin saber lo realmente cierto que podía llegar a ser esa frase, cualquiera se enamoraría de ti.
Porque aún no se qué es esa palabra con a mayúscula, pero si alguna vez he sentido algo aunque sea parecido, ha sido por ti.

lunes, 19 de mayo de 2014

El tiempo continúa pasando y sigo sin saber qué palabras escoger. Tal vez éramos... como olas, sí. Podíamos estar tranquilos y de repente echos una furia. Nos revolvíamos y calmábamos en décimas de segundo.
Porque supongo que ese era nuestro estilo.
Tú te reías y yo me enfadaba; me sonreías y yo me aplacaba.
Y sin saberlo seguiste haciendo huella en mí, cada vez más hondo.
Hasta que llegó un día en el que no te pude sacar de mi cuerpo.
Dicen que estamos formados por fragmentos de otras personas, que cogemos partes de ellos.
Puede que sea como soy ahora por ti, porque, aunque te fuiste, me dejaste algo, y eso que pensé que me habías abandonado privándome de todo.
Después de tu marcha vinieron los días grises, las noches tirada en la cama. Aunque tú, por supuesto, no lo sabes. Pero una pequeña parte de mí, esa tan sumamente masoquista, esperaba que volvieras.
Tal vez lo enfoqué mal. Te fuiste, sí, pero me legaste algo bueno: recuerdos.
Recuerdos fantásticos en los que estábamos tú y yo; nosotros.
Y puede que eso sea lo único que vuelva a tener de ti, pero no me arrepiento.

lunes, 28 de abril de 2014

Desparece.

Me he percatado de que hace demasiado tiempo que te escribo. No te engañes, si es que algún día lees esto: no volveré a hacerlo. He conseguido cortar todos los hilos que me unían a ti, todas las palabras que me dijiste en su día, y que yo guardaba con tanta ansía, esperando, tal vez, que me ayudaran a transformarme, a cambiar la situación; no sé.
Las palabras que me decías no eran consoladoras. Todo lo contrario. Jamás había oído unas tan hirientes ni había visto miradas tan gélidas. ¿Es que un sólo gesto mío valía para exasperarte?
Mira, esto no es un "gracias"; ni mucho menos. Tampoco es un adiós, porque sé que, aunque no quiera hacerlo, pensaré alguna vez en ti. Tal vez en mis peores momentos, cuando sienta que no valga para nada, que no hago ningún bien en el mundo. O puede que en mis mejores momentos, cuando sea tan dichosa que tenga miedo de derrumbarme de nuevo; como ahora. Aparecerás en mis pensamientos, por desgracia, y lo peor es que yo no te lo impediré.
Sí que somos tontos los humanos, dicen, pues recordamos más las cosas malas, las que se supone que nos hacen fuertes, que las buenas.
Que es lo que me pasa contigo.
Te prometo que intento con todas mis fuerzas recordar algo bueno que hayas hecho por mí, algo bonito que me hayas dicho, pero, nada.
Voy a intentar que esto sea un "hasta un día muy, muy lejano", ¿te parece?
Permíteme avanzar. Ya que nunca hiciste nada por mí, concédeme ese favor. Desaparece de mi mente.

lunes, 21 de abril de 2014

Tu alejamiento me hizo pensar. Sí, tal como hacen casi todas las cosas de mi alrededor; pero esta vez me caló más hondo.
Me puse a pensar en todo lo que te echaba de menos y me pregunté a la vez si realmente era a ti. ¿Echamos de menos a la persona o a lo que nos hacía sentir? ¿Añoramos ese sentimiento que provocaba en nosotros, la alegría que inundaba nuestro cuerpo?
Sí, tal vez sea eso. Puede que no sea plenamente consciente de todo el daño que te he hecho, del que nos hemos hecho. A lo mejor no sé cuánto dolor pueden causar las mentiras, el daño que pueden hacer, y, aun así, continúan saliendo por mi boca.
¿Y si sólo sabemos mentir?, me preguntaste una vez, y yo no supe qué responderte. Porque, sí, todos mentimos, pero algunos sacamos la artillería pesada y acabamos con todo lo que nos rodea, incluyendo a las personas que queremos. Cuántas veces puse la excusa de que era para no dañarte, cuando en realidad me estaba cubriendo a mí.
Tal vez sí que te añoro. Echo en falta a aquella persona que pasaba los buenos ratos conmigo y que, al contrario que todos los de mi alrededor, también estaba cuando las lágrimas afloraban al exterior. Extraño a la persona que me abrazaba cuando todo lo demás eran palabras feas, la que me contaba sus cosas, confiando en mí como no lo había hecho en nadie antes.
Pero esa persona ya no eres tú.
Has cambiado, y por eso mismo me pregunto si realmente te echo de menos. ¿Podría decir... que has muerto? ¿Qué pasa cuando alguien cambia? ¿Es que tenemos que cambiar todo aquello que sentíamos hacia ella?

sábado, 29 de marzo de 2014

¿Locura? No lo creo.

Pensar es algo malo, o eso dicen, pero, en cambio, a veces, te trae cosas buenas. Recuerdas algo que habías olvidado por completo, como un chiste que te contó alguien, y, sin querer, sonríes. Sonríes en mitad de una calle abarrotada, te ríes a carcajadas, y el mundo te observa con el ceño fruncido.
Porque estamos acostumbrados a las desgracias. Sabemos diferenciar perfectamente lo que podría ocurrir en una película y lo que realmente ocurre en la vida real. En la película, la gente te miraría, sonreíría e, incluso, aplaudiría. En la vida real eres considerado un loco.
Varias veces me dijiste que mi inconsciencia me haría perder la cordura, o quizás incluso más cosas. Que las tonterías que decía no eran realistas, que no acabaría bien. Gritaste cientos de veces que pusiera los pies en la tierra, que recuperase la sensatez, si es que alguna vez había tenido.
Y, tal vez, tengas razón, pero la vida pasa en un suspiro y puede que estemos aquí hoy y ya mañana no, así que ¿por qué no disfrutar de lo que nos ofrecen?
Sí, me gusta soñar, ¿y a quién no? Sonrío como una estúpida cuando hablo con mi mejor amiga, me río de los chistes malos porque son los únicos que me hacen gracia, me gusta pensar en el futuro como algo brillante, no como una cosa inalcanzable. En teoría ya he madurado y continúan gustándome los dibujos animados, ¿y qué? Me tiro por el suelo, salto y bailo y canto aunque no sepa.
No eres quién para decirme qué debo hacer con mi vida, porque, repito, es mi vida. Deberías preocuparte de la tuya, porque, ¿sabes?, es monótona. ¿Qué hay de esas pequeñas alegrías que luego se convierten en una gran alegría? En tu vida son inexistentes.
¿Crees que es malo "hacer el tonto"? Lo tuyo es mil veces peor.

domingo, 16 de marzo de 2014

Es curioso cómo podemos cambiar de estado de ánimo en una décima de segundo. Un grito, una frase, una palabra o incluso un suspiro puede cambiarlo todo, hacernos pasar del éxtasis total a la tristeza más absoluta. Pueden hacer que te percates de lo triste que es tu vida, que ha llegado un punto en el que solamente trabajas para dar de comer a alguien (o, en los peores casos, o mejores, según cómo lo mires, a ti mismo), te has olvidado de vivir o no te dejan hacerlo, porque no hay tiempo (el tiempo, que pasa tan deprisa a veces y otras, tan lento), todos los de tu alrededor se han ido, nada es como antes y lo único que puede alegrarte en estos días grises es un recuerdo que antaño pensabas que se volvería a repetir.
Pero, como ya he dicho, el tiempo pasa, y te das cuenta de que todo ha cambiado. Hace unos años ni se te hubiera pasado por la cabeza que estarías ahí, pidiendo en la calle, mendigando por culpa de otros. Ni te hubieras imaginado que iba a dejarte tu pareja, por su bien, por el vuestro. Ni que tus hijas vivirían a kilómetros de ti y no podrías recorrer esa "pequeña" distancia. No habrías pensado que estarías sin tu madre, que no estaría aquí para apoyarte porque se la habría llevado otra persona, mientras tú solo esperas que allí esté mejor que en este mundo de mierda. Si te hubiese contado que los hijos a los que criaste con tanto cariño te iban a apuñalar por la espalda ¿me habrías creído? ¿Y si te hubiera dicho que el único lugar que tendrías para ir a refugiarte cuando todo fuese mal sería la calle, que nadie estaría alli? Lo dudo.
Y, eso, que el tiempo pasa, y te dicen que hay que darle tiempo al tiempo, pero ¿cuánto más? ¿Cuánto tarda todo esto en volver a estar bien?

Abres los ojos y ahí está: su sonrisa ilumina su preciosa cara, las arrugitas en los ojos han acupado su lugar, su diente torcido asoma a la vista. Tu respiración se acelera, sin duda tu cuerpo sabe lo que vendrá a continuación.
Se pasa la lengua por el labio inferior ("Una costumbre", te dijo, aunque crees que lo hace para ponerte aún más nerviosa) y su cálido aliento cae sobre tu rostro. Sólo dos centímetros os separan, hasta que vuestros labios colisionan. Y no sabes si es porque lo deseabas con todas tus ganas o lo esperabas hace mucho tiempo, o simplemente porque es él, pero te tiemblan las piernas.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Te elegí a ti habiendo más opciones. No eras el más listo, ni el más ingenioso, ni siquiera el más guapo. A veces incluso dejabas de hablar, los silencios se volvían eternos a tu lado, pero te seguí eligiendo. Te elegí porque eras tú. No era el más listo el que me hacía reír, sino tú; al igual que tampoco era el más guapo el que me decía cosas bonitas antes de dormirme. El más ingenioso no me hacía sentir mariposas en el estómago, ni estaba a mi lado cuando tenía ganas de llorar. Ninguno de ellos era el hombro en el que me apoyaba, porque lo eras tú. Y tal vez venga más gente, tal vez incluso les llegue a querer, pero tú siempre serás tú y seguirás siendo irremplazable. Da igual los que me sonrían para que me levante, porque serás tú el que me tienda la mano para subir. No importa los que me feliciten cuando haya llegado a mi meta, porque serás tú el que hay estado a mi lado durante todo el camino.
Y tú..., bueno, siempre serás tú.

viernes, 28 de febrero de 2014

Supongo que tal vez nunca llegue a olvidarte.

Hace mucho que no te escribo, aunque en realidad nunca llegué a pensar que estas cartas fueran para ti, pero, ya ves. Estoy confundida, ¿sabes? Has desaparecido, por fin te has ido, y sigo triste. Sigo queriendo llorar. Sigo queriendo romper cristales y tirar cosas, a pesar de que con tu ausencia se marcharía todo lo que me quemaba por dentro. Y, sin embargo, aquí sigo, resquebrajándome en mil pedazos. Porque siempre, por muy lejos que corra, y aunque no mire hacia atrás, te veo en todas las esquinas. Pensarás que estoy loca, que no te teletransportas, que continúas en tu sitio, donde yo te dejé como medida de autodefensa, intentando evitar más daño del que ya me hacía yo sola, pero estás en todas partes. Tu risa burlona, tu mirada desdeñosa, me acompañas a todas partes, como una sombra, te veo en toda esa gente, y tampoco parece que vayas a desaparecer de aquí a un corto período de tiempo. ¿Es que me vas a perseguir toda la vida? ¿No vas a dejarme nunca avanzar, crecer, pasar página? ¿O soy ya la que sigue pensando en ti?

miércoles, 29 de enero de 2014

Cómo definir correctamente lo que me hace una de tus sonrisas, las llamadas mariposas en el estómago que me provocas, el aleteo de mi corazón contra el pecho. Cómo explicar el placer que encuentro en que juguemos como críos mientras me miras desde arriba, ajeno, seguramente, al brillo de mis ojos o a la sonrisa que lucha por salir de mis labios.
Y es que todo es bonito hasta la parte en la que sufres, en la que te hacen daño y te preguntas realmente si merece la pena reír ahora y llorar después. (Dime, ¿vale la pena? Porque yo tengo dudas).

miércoles, 15 de enero de 2014

Querido desconocido:

Hoy te escribo porque me han hecho pensar. Pensar en cuán diferentes somos y a la vez tan iguales. Pensar en cómo sería el mundo si dejásemos de preocuparnos tanto por el exterior de una persona y comenzásemos a conocerla antes de juzgarla. Pensar en cómo cambiaría todo si pusiésemos un poco de nuestra parte y modificásemos nuestra forma de pensar.
Y, pensando y pensando, me he hecho las siguientes preguntas: ¿cuánta gente lo está pasando mal ahora mismo por nuestra mente cerrada? ¿Cuánta gente ha pensado, ha intentado o se ha quitado la vida por nuestras estupideces mundanas? ¿Por qué no somos capaces de poner un remedio a todo esto? ¿Por qué no solucionamos estos problemas?
Y he llegado a una conclusión: no se puede, porque el ser humano es el problema; al igual que la respuesta.
Somos tan sumamente egoístas, Dios, tan grande es nuestro egoísmo que sólo vemos la paja en el ojo ajeno. Somos los monstruos más temibles de la naturaleza. Matamos, aniquilamos y destrozamos todo a nuestro paso, incluso a nosotros mismos. Somos tan cabezotas que no aceptamos que no somos perfectos, que no existe ningún defecto en nosotros. Hacemos daño a los que más nos quieren y ponemos las excusa de que es para protegerlos.
Tantas veces nos equivocamos y nunca lo reconocemos. Tantas veces inflingimos dolor por puro placer.
Necios..., eso es lo que somos... Y cobardes. Cobardes hasta la médula.
Y todo esto me ha hecho recapacitar. ¿Por qué no perseguimos nuestros sueños, por ejemplo? ¿Por qué rechazamos a otra persona sólo por miedo a quererla y sufrir después? ¿Quieres cambiar el mundo? ¡Adelante!, sal fuera y hazlo. Aprovecha el momento, porque la experiencia me ha enseñado que, un momento puedes estar aquí, pero luego al otro puedes haberte ido.