Traductor

sábado, 29 de diciembre de 2012

Distancia.

Me prometiste que jamás de los jamases te marcharías, pero ahora ya no estás. Creí que podríamos seguir estando juntos, pero la distancia nos supera. Quizá fui una estúpida al pensar que sería para siempre, pero es que yo aún te quiero. Y como te quiero, te dejaré ir, porque quiero que seas feliz... aunque no sea conmigo.
Supongo que ella te hará reír. Yo lo hacía, nos pasábamos horas así, y parecía que te gustaba. Espero que te alegre cuando decaigas, que te abrace cuando estés triste y que te bese para demostrarte que te quiere. Porque yo te quiero, y espero que ella también. Porque si quieres a alguien, dicen, tienes que dejarle marchar, así que esto es lo que estoy haciendo.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Cosas incomprensibles.

Me gustaría decir que entiendo por qué me gustas, pero, si te soy sincera, no puedo. Eres idiota. Siento decirlo, pero es que a veces lo eres. Pero aun así me gustas. Eres un inmaduro. Pero aun así me gustas. Eres un egoísta. Pero aun así me gustas. A veces parece, no sé, me da la sensación, que te da vergüenza estar conmigo. Pero aun así me gustas. De vez en cuando, pareces un cavernicola. Pero aun así me gustas. Sonríes de esa manera que tanto me gusta a algunas chicas, y eso no está bien. Pero aun así me gustas.
Aunque sé que también eres amable, cariñoso y atento, y que aunque parezca que a veces me odias, estarás siempre aquí, conmigo, y que si me siento sola serás el primero en acudir a ayudarme. Eres sensible, lo sé porque te he visto llorar, y me alegra que seas un hombre y no lo ocultes. Me gustas, simple y llanamente, y creo que no puedo hacer nada para negarlo, ya que es casi evidente.

jueves, 12 de julio de 2012

~4.

Jamás pensé que volvería a hacer esto, pero lo hago. Recorro todo tu cuerpo con mis dedos, memorizo cada lunar, cada peca de tu cara. Sonríes al notar mis caricias. Hola, te digo, al fin estás despierto. , te limitas a contestar. Yo sigo ensimismada con las perfección de tu cuerpo, mientras que tú juegas con un mechón de mi pelo. Te quiero, susurras, y se me para el corazón por un segundo. Es tan... irracional que tú me digas eso a mí, ¿cómo puede ser?
Me pongo rígida, y tú, por supuesto, lo notas; me levantas y me colocas a tu lado y yo me acomodo en tu pecho. ¿Qué te pasa, mi amor?, me preguntas. Yo sigo muy quieta y callada. ¡Dime!, mi instas en un susurro. ¿Es que tú a mí no me quieres? Claro que sí, quiero decirle, ¡claro que sí! Pero no me atrevo, como siempre. 
De repente, me colocas en frente de ti, a escasos centímetros de tu hermoso rostro, y me dices algo que me parece totalmente surrealista: te amo.
Pasa un segundo. Dos. Tres. Cuatro...
Como yo a ti, susurro finalmente.

lunes, 14 de mayo de 2012

~3.

Las lágrimas caen de mis ojos tras encontrarte en un parque con otra chica. Vais cogidos de la mano. Genial. Hace un par de días era yo a la que cogías de las manos, ¿o es que no te acuerdas? ¿Tan pronto me has olvidado, tan poco he significado para ti?
Me escondo; no puedes verme, no puedo consentir que veas cómo me derrumbo al verte con otra persona... No. No puedo dejar que veas que aún sufro por tu causa, que aún te quiero, que aún desearía estar a tu lado, aún sabiendo que eres malo para mí, que no me convienes... ¿No recuerdas, en serio, todas aquellas tardes que pasábamos juntos, en silencio, simplemente mirándonos? ¿Sabes lo que me haces al verte ahora aquí con ella? Me destrozas, eso es lo que haces... Te quiero, joder, TE QUIERO, ¿es que no lo comprendes?
Me escondo detrás de un seto a la espera de que no me veas... pero lo haces; me he movido demasiado deprisa y te has girado rápidamente para ver quién o qué se movía. Nuestras miradas se cruzan. Tus ojos recorren los míos, después miras con atención las lágrimas, ya secas, que hace unos momentos caían de mis ojos, extrañado; luego la miras a ella y parece que al fin lo comprendes. Vuelves a mirarme. La chica sigue con su parloteo y ni se inmuta por tu obvia falta de atención (a cuáles eliges, cuando, si hubiera sido yo, te estaría mirando cada breve segundo).
Me haces una seña con la mano que tienes libres, indicándome que me reúna contigo más abajo, donde están los columpios. Me voy a mear, ahora vuelvo, le dices a la chica (siempre con tu lenguaje tan soez... me encantas). Te suelta de la mano y tú vas a tu destino, vuelves a mi lado... No, no puedo permitirme pensar eso.
Ya estoy donde me has dicho. Me balanceo en un columpio cuando tú apareces entre los árboles. Antes de que te fijes (aunque ya lo has hecho), me limpio unas cuantas lágrimas que se ven a simple vista. Antes de que pueda hacerlo, retienes mi mano entre las tuyas. No, me susurras, no llores más. Error, eso hace que lo haga aún más. Sueltas una de tus manos, que hace un momento rodeaba una mía, y me limpias mis lágrimas; después me sonríes, y me parece entonces que no he visto una sonrisa tan bonita en la vida, una sonrisa como la tuya. Todo va a ir bien, me dices dulcemente, créeme. Nada de lo que dije el otro día iba en serio, claro que te quiero. Y tras decir eso, me besas; las lágrimas no paran de caer, pero al menos ahora son de felicidad. Rodeas mi cuello con tus manos y yo te acaricio el pelo. Al separarnos te susurro te quiero.

viernes, 11 de mayo de 2012

~2.

Hoy me ha visto por la calle y ni me ha saludado. ¿Es que, después de todo lo que hemos pasado, no podemos ni ser amigos? No. Aunque quizá eso no sea lo que quiero, quizá quiero algo más, que seamos algo más... No. No. No. Él te ha hecho daño, me digo a mí misma; no es bueno para ti. Pero ¿qué hay de mis sentimientos, qué pasa si le quiero? Y en tal caso, ¿debería hablar con él?
Sólo una llamada, suplico en mi fuero interno, sólo una llamada y seré tuya... 
No, replica una voz en mi interior, te volverá a hacer daño, y lo sabes.
Pero le quiero.
Él a ti no.
No, sí que me quiere, pero... es idiota, y a veces pueden pasar esas cosas.
Mantengo ese pensamiento en mi cabeza mientras me dirijo en busca de mi teléfono móvil. Ahí está, justo encima de... No, no puedo hacerlo; me es imposible.

sábado, 5 de mayo de 2012

~

La lluvia cae sobre mi capucha y moja los pocos mechones de pelo que sobresalen del gorro. No te asustes, me dice, no te voy a volver a hacer daño. Yo le creo, como he hecho desde que le conozco. He creído todas sus mentiras, y ahora de verdad que me arrepiento.
No, le contesto, no te creo; siempre haces lo mismo. Él me mira, extrañado. ¿Es que no se ha dado cuenta aún de que ya no soy esa chica estúpida que se creía todo lo que le decían, que he cambiado, que he madurado?
¿Qué ocurre?, pregunta. ¿Qué ha cambiado?
Todo, respondo, todo ha cambiado. Tú, yo... nosotros.
¿Es que ya no me quieres?, pregunta en un susurro, aterrado.
¿Es que tú a mi sí?, le digo con escepticismo.
Sí, masculla, aunque ya no le creo.
Estoy harta, chillo, importándome un bledo que la gente piense que estoy loca, como hacía antes. No soporto ni por un momento más tus mentiras. Odio cuando me miras y me dices "te necesito", aún sabiendo que nos es así, que tienes a otras, que nunca me has querido y que nunca lo vas a hacer. Ya no quiero ser tu juguete, me cansé de esperar. Vete con otras, vete, a mí me da igual.
Él me mira, ahora enfadado. Pues sí, grita, igual de alto que yo, nunca te he querido y nunca te voy a querer. Eres insoportable, quisquillosa, inmadura, estás loca, me desquicias... ¿Cómo voy a quererte?
Pues a mí me gusto, respondo, encongiéndome de hombros. Él se aleja; parece que ya está todo dicho.
Por fin libre, pienso. Libre, después de tanto tiempo...