Érase una vez un disfraz disfrazado de hombre disfrazado. Cuando se miró en el espejo tras bajar la última de sus cremalleras, el cristal lloró, pues por fin se reconocía a sí mismo.
Érase una vez un disfraz disfrazado de hombre disfrazado. Cuando se miró en el espejo tras bajar la última de sus cremalleras, el cristal lloró, pues por fin se reconocía a sí mismo.
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